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domingo, 17 de febrero de 2019

Leche cruda o "cagando leches"

Empezamos con el agua cruda y seguimos con la leche cruda. Ya advertíamos hace un año, en "Lo tienen crudo con el agua", de los peligros de esta "crudeza", en aquel caso con el agua.

Ahora estamos viendo ya los efectos con la leche. Las noticias de prensa nos hablan de tres episodios que han requerido asistencia médica en Estados Unidos ("Primeros afectados por beber leche cruda"), y estos son los conocidos, pues las autoridades sanitarias estadounidenses están buscando afectados por medio país ("EEUU busca enfermos por tomar leche cruda en 19 Estados").

Aún recuerdo, en mi infancia, la venta de leche a granel, en cántaras metálicas, por las casas (y no hablo de un pequeño pueblo, sino de ciudades), y cómo se hervía la leche antes de consumirla. No recuerdo, aunque lo he sabido después en mi ejercicio profesional, las cifras de afectados que había en nuestro país, en aquella época, de brucelosis por consumo de estos lacteos y por otros productos, que eran descarnadamente "crudos". Y sé cómo fueron cayendo, desde las que eran las cifras más altas de incidencia y prevalencia de esta enfermedad de todos los países europeos en los años sesenta del siglo pasado, hasta llegar a las cifras actuales, en las que la brucelosis es una enfermedad poco frecuente. Y básicamente eso fue porque se abandonó la "crudeza".

Es cierto que en España está prohibida la venta directa de leche cruda, pero eso no quiere decir que no se pueda vender leche cruda (si queréis saber más sobre este aspecto es recomendable leer: "Todo lo que deberías saber sobre la leche cruda", en el blog "Gominolas de petroleo"). Así que se impone seguir advirtiendo contra estas prácticas.

En fin, el idioma español en una de sus muchas expresiones populares, de imposible traducción a otros idiomas, ya nos ofrece eso de "cagando leches". Pues parece que esta debe ser una de sus acepciones.

Imagen de la portada del libro "Cagando leches"

de Héloïse Guerrier y David Sánchez