"Un día conocí a un niño. Su padre había muerto hacía una semana. Salía sangre por su boca, pero no teníamos donde tratarle. Se dió la vuelta y se fue hacia el pueblo. Pensé que ese niño iba a ir a su casa e infectar a toda su familia".
Este es el terrible testimonio de Jackson Niamah, trabajador de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Monrovia (Liberia) acerca del tratamiento posible de la población y de las condiciones de trabajo de los sanitarios en los países que sufren la epidemia de enfermedad por virus ébola. Y parece que, pasado el fragor informativo de los primeros días de agosto, y como ya no hay españoles afectados, esta epidemia ya no ocupa las portadas ni las cabeceras de los informativos en nuestro país. Y nos vamos olvidando de ella.
Y sin embargo la situación en los países afectados sigue siendo algo más que preocupante, con cifras que no paran de crecer y, lo que es peor, con grandes dificultades para hacerle frente. Muestra de ello es el testimonio anterior, pero también podíamos leer hace unos otro días otro igualmente desgarrador: el del cooperante belga de MSF Pierre Trbovic, titulado muy expresivamente "A veces hay buenas razones para llorar".
La situación es muy seria y hay que actuar ya, incluso siendo conocedores de que los problemas a los que se expone el personal sanitario, y sus colaboradores, sobre el terreno no se ciñen sólo al riesgo de contraer la enfermedad, lo que ya es muy importante, sino incluso a morir linchados por turbas mal informadas como ha sucedido recientemente ("Un equipo sanitario es linchado en Guinea").
Como nos dice la presidenta interbacional de MSF, Joanne Liu: "Necesitamos que más países se levanten y den una respuesta, requerimos un mayor despliegue, y lo necesitamos ahora. Esta respuesta contundente debe ser coordinada, organizada y ejecutada bajo una cadena de mando clara".
Y sin embargo la situación en los países afectados sigue siendo algo más que preocupante, con cifras que no paran de crecer y, lo que es peor, con grandes dificultades para hacerle frente. Muestra de ello es el testimonio anterior, pero también podíamos leer hace unos otro días otro igualmente desgarrador: el del cooperante belga de MSF Pierre Trbovic, titulado muy expresivamente "A veces hay buenas razones para llorar".
La situación es muy seria y hay que actuar ya, incluso siendo conocedores de que los problemas a los que se expone el personal sanitario, y sus colaboradores, sobre el terreno no se ciñen sólo al riesgo de contraer la enfermedad, lo que ya es muy importante, sino incluso a morir linchados por turbas mal informadas como ha sucedido recientemente ("Un equipo sanitario es linchado en Guinea").
Como nos dice la presidenta interbacional de MSF, Joanne Liu: "Necesitamos que más países se levanten y den una respuesta, requerimos un mayor despliegue, y lo necesitamos ahora. Esta respuesta contundente debe ser coordinada, organizada y ejecutada bajo una cadena de mando clara".
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