Recientemente al volver a casa, descubrí que había saltado el interruptor del automático del cuadro de la electricidad. La casa estaba a oscuras, la nevera no funcionaba, los relojes enchufados no daban la hora,... La sensación es la de que algo importante ha sucedido y hay que ver cómo solucionarlo urgentemente porque los alimentos de la nevera se estropearán, hoy no se podrá cocinar, será difícil utilizar el baño a oscuras, etc. Tenemos tan asumida la presencia de la electricidad en nuestras vidas que sólo nos damos cuenta de su importancia en ellas cuando nos falta.
Y es que desde que nacimos la electricidad estaba allí. Pero no sucede así en todos los paises y Hans Rosling nos lo recordaba recientemente desde un tuit:
Y hace referencia al artículo publicado por Limin Wang en "Health Policy" con el título "Determinants of child mortality in LDCs: Empirical findings from demographic and health surveys". La conclusión es la ya adelantada por Hans Rosling:
El análisis de la mortalidad muestra que, a nivel nacional (en los páises de bajos ingresos), el acceso a la electricidad, los ingresos, la vacunación en el primer año de vida y el gasto en salud pública reducen significativamente la mortalidad infantil. El efecto de la electricidad es mayor e independiente del efecto de los ingresos. En las áreas urbanas el acceso a la electricidad es el único determinante signficativo de la mortalidad, en la áreas rurales la vacunación en el primer año de vida es el único factor determinante significativo.
Es un buen momento para recordar a Rafa Cofiño y su afirmación de que el código postal es más importante para la salud que el código genético. Y, como puede verse, la electricidad, junto con importantes, y necesarias, medidas de salud pública, y la situación económica, juegan un papel en ello.
Que se haga la luz....
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