Están en todos los medios trinando sobre la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que deja a criterio de la legislación de cada país de la Unión Europea si se permite o no la donación de sangre de los homosexuales. Es necesario volver a releer la frase anterior para darse cuenta de la enormidad del disparate.
Una sentencia como esta trata de pasar, mojándose lo menos posible, sobre el fondo de la cuestión sin tocarlo: ¿existe riesgo de transmitir enfermedades a través de la sangre donada por homosexuales?
La propia sentencia trata de matizarlo: "Una contraindicación permanente para la donación de sangre aplicable a
la totalidad del grupo constituido por los hombres que han tenido
relaciones sexuales con otros hombres solo resulta proporcionada si no
existen métodos menos coercitivos para garantizar un alto nivel de
protección de la salud de los receptores". Pero ese es precisamente el fondo del asunto: no se trata de dónde proviene la sangre, sino de los medios que se aplican para garantizar la protección.
¿Era necesario volver a estigmatizar a nadie (grupo o individuo)?
¿Alguien ha dicho que, por ejemplo en España, la transmisión heterosexual supone casi un 30% de los nuevos casos de infección por VIH? ¿Deben prohibirse, por tanto, también las donaciones de los heterosexuales?
Y, además, ¿alguien se ha dado cuenta del daño que esto puede hacer a las propias donaciones de sangre? La percepción de la población puede llegar a ser, incluso, que las donaciones no son seguras. Habrá que estar atentos, además, a ver cómo repercute en las tasa de donación.
¡Qué tiempos serán los que vivimos que hay que defender lo obvio! (Bertold Brecht)
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