domingo, 10 de mayo de 2020

Esto no es una opinión sobre covid-19

Durante estos últimos meses hemos oído decenas, centenares, miles, multitud de opiniones sobre la pandemia de COVID-19 y los asuntos relacionados con la misma. Así que lo primero que tratamos aquí de dejar claro desde el principio, ya en el título, es que esto no es una opinión sobre la misma. Pero sí que se trata de un texto personal y por tanto subjetivo. Sirva este párrafo como "disclaimer".

Hay que empezar diciendo que nadie ha acertado plenamente, ni los que dijeron que era algo más o menos como un catarro ni los que anunciaron una catástrofe ya en el mes de enero y, en ambos casos, con pocos o ningún argumento, sólo con evidencias anecdóticas. Es fácil decir que todo va a ir mal o que todo va a ir bien y no apoyarlo en ningún argumento válido. Puede ser que la situación sea una u otra y ya está, y eso otorgue la razón o la quite, pero eso no es acertar. Se llama azar.

¿Por qué no se actuó de otra manera a la luz de los datos que se tenían? Seguramente la actuación ha venido marcada por los análisis que se hicieron y ha sido también debida a la experiencia previa. No es el primer coronavirus que ha infectado con gravedad a la especie humana (los agentes causantes del SARS y del MERS también son coronavirus) y seguramente esa experiencia en su control y extensión hizo que se pensara que, aunque grave, podría ser controlado en su extensión (reconozco que quien esto escribe participaba de esa idea al principio), algo que venía avalado además por cómo se controló al principio. Pero el informe de la Comisión que la Organización Mundial de la Salud (OMS) envió a China (16-24 de febrero) ya indicaba que la COVID-19 no era como el SARS ni como la gripe. Otros han hecho hincapié en que la calidad y la lentitud de los datos proporcionados por China han impedido una actuación más precoz. Y pese a que se sabe que la primera reacción en aquel país fue la de no favorecer la difusión de la información, poco después si fue posible disponer de datos de lo que estaba sucediendo, hasta el punto de que muchos países han usado lo que se publicó entonces, y siguen usándolo. Y si se analiza ahora a la luz de los análisis detallados que se han hecho en otros países y de cómo se ha difundido la información en los mismos, la visión es posible que cambie. Así que, tal vez, sería conveniente no criminalizar a nadie. Tiempo habrá para ver qué se hizo, de qué se informó y cuándo y cómo se utilizó esa información.

La situación ha devenido muy compleja porque este virus no se ha comportado como otros coronavirus que se conocían. Ha sido diferente la transmisión a través de los asintomáticos o presintomáticos, la letalidad, la gravedad en determinadas personas más vulnerables debido a la concurrencia de otras patologías,  la coexistencia de cuadros clínicos de extrema severidad con cuadros clínicos muy leves, o la ausencia de respuesta de los fármacos antivirales disponibles.

También hay que destacar su afectación en la comunidad. En España, durante el mes de febrero, los casos que se fueron presentando lo hicieron en forma de brotes que pudieron ser seguidos, estudiando a todos los contactos y controlando la extensión, en un trabajo poco reconocido de las unidades de vigilancia en salud pública (hasta el punto de que ahora se habla de "rastreadores" como si fuera algo nuevo, nunca antes hecho). En un determinado momento, a principios de marzo, la situación cambió debido a la extensión de la transmisión comunitaria y al hecho de que comenzó o se incrementó la afectación de dos instituciones clave: los hospitales (que ya habían sido afectados en febrero en algunas localidades concretas) y las residencias de personas mayores, que concentraban a una alta proporción de población vulnerable. Este último aspecto resulta de capital importancia porque, según  parece, no se había dado en China en la misma magnitud, seguramente porque, debido a sus altos costes, se estima que en ese país hay menos personas ancianas en residencias que en Europa o Norteamérica, o al menos eso informaba el Financial Times en enero de 2020. Y, aunque el informe de la OMS de febrero mencionaba las instituciones cerradas, no era taxativo en el papel que pudieran estar jugando ya que decía que se requería más estudio. Hay que reconocer que nadie se centró en Europa, al comienzo, en resaltar este aspecto que ha resultado clave, sobre todo en la gravedad.

Se pueden seguir analizando otros aspectos, pero lo importante sería que se hiciera desde la argumentación y no desde la opinión. Ahora han surgido epidemiólogos de salón o de sillón, "COVID-influencers", tertulianos varios y todo tipo de opinadores que nos ilustran diariamente (o incluso con mayor frecuencia) sobre cualquier tipo de concepto epidémico o epidemiológico (sin distinguir siquiera la diferencia entre estos dos términos) y sobre cualquier cosa que tenga que ver con la pandemia. Por eso, esto no quiere ser una opinión. La situación es compleja, tiene muchas vertientes y es difícil de interpretar, incluso teniendo algún conocimiento, y científicamente contrastado, lo que no siempre es posible.

Pero, y tal como dice una frase de Fernando Aramburu (de su libro "Autoretrato sin mi"): "infinito es el número de las bifurcaciones, pero a la postre el trayecto solo es uno". Así que, pese a las diferentes interpretaciones, pese a los opinadores, el trayecto será solo uno.

Personaje interpretado por Jude Law en la película "Contagio"

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