viernes, 20 de septiembre de 2013

Dos naranjas y un limón


La historia narrada por el oficial médico de la marina británica James Lind en su libro de 1753 titulado “A Treatise of The Scurvy in Three Parts, Containing an Inquiry into the Nature, Causes and Cure of That Disease, together with a Critical and Chronological View of What has been published on the subject”, ilustra bien a las claras un planteamiento científico, adaptado a la época, para tratar de describir una enfermedad, averiguar sus causas y conseguir prevenirla. Puede gozarse de esta interesante lectura en el extracto publicado en el libro “El Desafío de la Epidemiología”.

Lind utiliza un cierto entusiasmo científico, sazonado con su experiencia marina, para narrar las causas del escorbuto y, a continuación, describir como realizó los, por el mismo denominados, “experimentos”. Dejémosle narrar:

“El 20 de mayo de 1747, recibí a bordo del Salisbury en alta mar a 12 enfermos con escorbuto. Sus casos eran los más similares que se podían encontrar. Todos en general tenían las encías podridas, manchas y lasitud, con debilidad de las rodillas. Fueron encamados juntos en la bodega anterior, en un cuarto previsto para los enfermos; y todos tuvieron la misma dieta, que era como sigue: por la mañana, gachas endulzadas con azúcar; para el almuerzo, con frecuencia caldo de cordero fresco; otras veces budines, galleta cocida con azúcar, etc.; y para la cena, cebada, pasas de Corinto, arroz y pasas, sagú y vino, o algo parecido. Dos enfermos recibían diariamente un cuarto de galón de sidra. Otros dos tomaban 25 gotas del elixir de vitriolo tres veces al día con el estómago vacío, y utilizaban para la boca un gargarismo fuertemente acidulado con este elixir. Otros dos tomaban dos cucharadas de vinagre tres veces al día con el estómago vacío, y sus gachas y otras comidas estaban bien aciduladas con este, así como el gargarismo para la boca. Dos de los enfermos en peor estado, que tenían rígidos los tendones del muslo (síntoma que no padecían los demás), fueron sometidos a un régimen de agua de mar. De esta, bebían media pinta cada día, y a veces más o menos, a medida que actuaba como una medicina discreta. Otros dos recibían cada uno dos naranjas y un limón cada día. Comían estos con avidez en horas diferentes con el estómago vacío. Continuaron este régimen solo durante seis días, porque agotaron la cantidad disponible. Los dos enfermos restantes tomaban la semilla de una nuez moscada tres veces al día y una mezcla recomendada por un cirujano hospitalario, la cual se componía de ajo, semilla de mostaza, rad. raphan. bálsamo del Perú y resina de mirra, y su bebida normal era hordiate bien acidulada con tamarindos, mediante una decocción de la misma, añadiéndole crémor tártaro, y fueron purgados suavemente tres o cuatro veces durante el transcurso del tratamiento.
La consecuencia fue que los efectos más repentinos y visiblemente buenos se percibieron por el consumo de naranjas y limones; uno de los que los habían tomado estaba en condiciones para el servicio al cabo de seis días. Efectivamente, las manchas no habían desaparecido completamente de su cuerpo, ni tampoco estaban sanas sus encías; pero sin otra medicina que un gargarismo con elixir de vitriolo llegó a gozar de buena salud antes de llegar a Plymouth, el 16 de junio. El otro estaba más recuperado que ninguno de los otros casos, y como estaba considerado como relativamente recuperado, fue nombrado como enfermero de los demás”.

Como puede verse, describe perfectamente el apartado “material y métodos” de su experimento. Hoy en día habría tenido dificultades para publicarlo ya que se habría aducido sesgo de selección, falta de aleatorización, muestra escasa,…Pero en la época de Lind esto no se consideraba en demasía. Pese a ello, tuvo escaso éxito y no consiguió que sus conclusiones fueran aplicadas y los marineros del todo el mundo siguieron sufriendo escorbuto y, como se cuenta en la discusión previa en “El Desafío de la Epidemiología”, no fue hasta después de 1789, tras la publicación de Gilbert Blane, “Observation on the Diseases of Seamen”, cuando la marina británica tomó las medidas necesarias para luchar contra el escorbuto.

La moraleja de la historia es que gracias a las ganas de conocer, y al interés por investigar pueden obtenerse conclusiones acertadas (aunque el método no sea el mejor de los posibles), pero nada de eso asegura la difusión adecuada ni que se convenza a aquellos que deben aplicar los resultados obtenidos para mejorar la salud.
 
 
James Lind (1716-1794)
 

2 comentarios:

  1. No deja de ser un intento de ensayo... Poco más tarde, Fran Benito Gerònimo Feyjoó, más o menos y sintetizando mucho (de memoria): Si a un enfermo no le das veneno, algunos viven. Tremendo. JUAN./

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    Respuestas
    1. Experimento lo llamaba él. Y como tal, evidentemente es un diseño de ensayo. Así que no iba tan desencaminado.
      Lo de Feyjoó también parece evidente: habría leído a Paracelso ;)

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