domingo, 3 de noviembre de 2013

La hora de la muerte

Este verano pasado, durante una excursión por la Sierra Calderona, tuvimos ocasión de leer la inscripción que se encuentra en el reloj de sol del Monestir de Sant Esperit, ubicado en el término de Gilet. En esa inscripción se lee:
 
"Pues no fabes a que hora
la muerte te hade afaltar
no te atrevas ya a pecar
preparate fiempre y llora"
 
Acabada de pasar la festividad de todos los santos (nuestro Halloween), en la que el recuerdo a los muertos y la propia muerte se nos hacen tan presentes, parece una cita apropiada. Pero mantenemos una profunda discrepancia sobre el fondo de la inscripción.
 
Es cierto que no sabemos la hora concreta de nuestro fallecimiento, ni el día, ni el año. Pero una idea sí que podemos tener. En el informe, recientemente hecho público,  "Review of Social Determinants and the Health Divide in the WHO European Región", podemos encontrar el dato de la esperanza de vida en los países integrados en la Oficina Regional Europea de la Organización Mundial de la Salud y allí podemos observar cómo el rango entre la más elevada y la más baja entre países es de 17 años para los hombres y de 12 años para las mujeres y que la mayoría de los países en el quintil inferior están situados al este de la región. Pero las variaciones no son sólo entre países, sino también intrapaíses y así, también en ese informe, se muestra la esperanza de vida a los 30 años en Suecia en función del nivel educativo y puede verse cómo ésta es siempre inferior para aquellos con menos nivel educativo, tanto hombres como mujeres.
Es España también se han publicado las diferencias en la mortalidad en función de las estaciones de cercanías en Sevilla, como se podía ver recientemente en el blog Médico Crítico

Así que, además de que pueda disponerse de una idea de lo que durará nuestra vida, también hay un segundo aspecto de la inscripción con el que también discrepamos: no es cuestión de llorar, aunque sí de prepararse y de tratar de modificar la situación. Ya hemos visto que el nivel educativo influye, pero no sólo: también el nivel de riqueza, la privación, la vivienda, el género,...O sea que hay posibilidades de prepararse y cambiar. Sólo llorar no nos lleva a nada. Bueno sí: a la resignación y a agrandar la brecha de la desigualdad. Así que mejor no lloremos, pero preparémonos y contribuyamos a modificar esta situación.

  
Inscripción en el reloj de sol del Monestir de Sant Esperit en Gilet (Valencia)
 

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