"Lo más nocivo para la salud de los humanos , aquí, no era ni el hambre ni las diarreas ni la malaria ni los virus ni las bacterias ni el cáncer ni las enfermedades respiratorias o cardiovasculares. El peor agente nocivo, el que más muertes ocasionaba entre los ciudadanos del país, eran los otros seres humanos". (Héctor Abad Faciolince en "El olvido que seremos", citando a su padre, el salubrista colombiano Héctor Abad Gómez).
La violencia, la guerra, aniquila muchas cosas pero sobre todo aniquila lo más preciado: la vida humana. Cualquier persona de buena voluntad sabe que la violencia sólo acarrea sufrimiento, desesperación, enfermedad y muerte. Los salubristas sabemos, además, que la violencia debilita las acciones que mejoran la salud. Es difícil que la prevención, la promoción o la protección de la salud se desarrollen en ambientes bélicos o dominados por la violencia. Es luchar doblemente. Y no sólo es, que también, por la distracción de recursos que implica un esfuerzo bélico. Es principalmente porque sin paz falta lo esencial: el proyecto de desarrollo de una vida autónoma, solidaria y gozosa y eso es lo que ha sido definido como salud (X Congrès de Metges i Biolegs de Llengua Catalana, 1976).
Colombia no es el único sitio donde la guerra ha impedido el desarrollo de la salud, pero sí es uno donde la paz puede estar tan cerca que la esperanza está rebrotando.
Colombia no es el único sitio donde la guerra ha impedido el desarrollo de la salud, pero sí es uno donde la paz puede estar tan cerca que la esperanza está rebrotando.