Muy recientemente se ha publicado en "The Lancet" una carta al director de la que es autora Inés M. Fernández-Guerrero, del Hospital General Universitario de Granada, con el título "WhatsAppitis".
Curioso título. Con él hace referencia a una tendinitis bilateral del extensor largo del pulgar debida al uso excesivo y prolongado, más de 6 horas, de la aplicación "WhatsApp" para responder a mensajes de felicitación navideña que realizó una paciente, colega suya (médico de urgencias).
En esa carta se hace referencia a otras patologías relacionadas como la "Nintendinitis", "Wiitis aguda" y "Fractura por Wii". Y no, ninguna de ellas fue una noticia publicada en "El Mundo Today", sino en prestigiosas revistas científicas como "The New England Journal of Medicine".
Es de suponer que la frecuencia de estas enfermedades tecnoemergentes sea superior a estos cuatro casos referidos en la bibliografía porque, en caso contrario, es momento de que empecemos a considerarlas candidatas para ser incluídas entre las enfermedades raras por su frecuencia.
También sería conveniente que nos diéramos cuenta de que son debidas al abuso, que no al uso, de herramientas e instrumentos tecnológicos. No es momento de ponernos a demonizar la tecnología pero sí de advertir que el abuso de la misma no sólo no proporciona la felicidad, sino que causa otra serie de problemas. Recordemos que la mejor red social es la presencial: disfrutar de los amigos en persona, desvirtualizados.
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