Una pequeña polémica ha podido leerse estos días en el diario "El País". El pasado día 23 de agosto, Jacint Ros publicaba un escrito en ese diario con el título ¡Cuidado con las estadísticas!". El día 25 respondía a ese escrito el director del Instituto Nacional de Estadística (INE) con una Carta al Director en ese períodico titulada "Las estadísticas del INE".
El fondo de la discusión es la calidad de los datos en que se basan las cifras oficiales, sobre todo a raiz de las encuestas y las estimaciones y correcciones que se establecen.
La preocupación por la calidad, y los problemas derivados de las encuestas, son algo inherente a los que trabajan con datos que provienen de la población y quienes nos dedicamos a la epidemiología sabemos algo de esto. Y nos afecta. Y estamos en muchas ocasiones en la misma trinchera que el INE, como productores de datos o como usuarios de los mismos.
Y hay una frase del director del INE que viene bien destacar: "...el INE está inmerso en un proceso de mejora contínua y permanente de la calidad de sus estadísticas. Sirvan como ejemplo el impulso de los registros administrativos, siempre que es posible, para complementar y/o sustituir encuestas, haciendo así más robustos los resultados obtenidos....".
En el ámbito sanitario esto es una realidad que cada vez se está imponiendo más. Ahora bien, entiéndase que el fin último de estos datos sanitarios, siempre es (o debería ser) la mejora de la salud de la población, y que para eso el "secreto estadístico" (no confundir con la protección de datos personales), o el uso que, en ocasiones se hace de él, no siempre ayuda y, en ocasiones, es incluso un freno para el uso de los registros administrativos.
Así pues, polémicas aparte, nos gustan las estadísticas basadas en la mejor calidad de los datos, que puedan usarse y que sirvan para mejorar la salud. ¿Y si avanzamos también en estos aspectos?.
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