sábado, 1 de junio de 2019

Cómo quemarse menos

Esta mañana me he encontrado con un conocido que hace tiempo que no veía. La conversación ha derivado a la situación que tiene en su casa desde que se han convertido en "generación sandwich": anciana con fractura conviviendo con ellos e hija que aparece de vez en cuando para ser "atendida" por sus padres. Me decía que quien se estaba encargando de casi todo era su mujer y que estaba bastante cansada de la situación. Esto no es infrecuente, mujeres cuidadoras, sufridas y sufridoras, que van acumulando cansancio e incrementando el riesgo para su propia salud, hasta el punto de sobrecargarse y llegar al síndrome del cuidador quemado (cuidadora en la mayoría de los casos), mientras que los hombres participan menos, o casi nada, en el cuidado. Hace ya algunos años escribíamos en "Cuidar se sigue escribiendo en femenino" que "La desigualdad en el cuidado sigue existiendo y tiene un alto impacto sobre la salud de las cuidadoras. Es hora de ir cambiando esta situación".

Un reciente artículo publicado en Gaceta Sanitaria nos aporta algunas claves para disminuir la sobrecarga percibida por las personas cuidadoras. Se titula "Sobrecarga, empatía y resiliencia en cuidadores de personas dependientes" y lo firman Yolanda Navarro-Abal, María José López-López, José Antonio Climent-Rodríguez y Juan Gómez-Salgado.

Los resultados obtenidos en éste artículo muestran que en las personas cuidadoras que están integradas en asociaciones la sobrecarga percibida es menor, y tienen un menor riesgo de desarrollo de síndrome de desgaste por empatía.

Hay que destacar que, en este estudio, según cuentan los autores, el perfil sociodemográfico en la muestra estudiada era el siguiente: "el 81,93% eran mujeres, situándose mayoritariamente (64,51%) en un rango de 45 a 60 años de edad; el 66,95% estaban casadas o conviviendo en pareja; el 51,28% tenía un nivel de estudios primarios; el 22,43% eran amas de casa; y el 71,34% convivían en el mismo domicilio que su familiar, siendo el parentesco más frecuente el de padre/madre y esposa (81,30%). En cuanto al tiempo de dedicación a los cuidados, invertían una media semanal de 45,84 horas, llevando de media 4,75 años con dedicación a los cuidados. La franja de edad mayoritaria de la persona cuidada se encontraba entre los 70 y los 90 años (74,54%)". Cuidar, como se puede ver, se sigue escribiendo en femenino y, además, no es cosa de jóvenes.

Y que, en cuanto a la sobrecarga, un 22,4% presentaban sobrecarga leve y un 16,8% intensa, observando que a mayor nivel de sobrecarga, menor era la capacidad de resiliencia. Las diferencias observadas indican que el grupo de quienes no pertenecían a ninguna asociación, comparado con las que sí pertenecían, presentaban mayor sobrecarga, ya fuera leve (37,2% frente a 16%) o intensa (27,9% frente a 12%).

En el artículo se atribuyen estos resultados al hecho de que las asociaciones pueden ejercer un efecto de ayuda a las personas cuidadoras para desarrollar estrategias de afrontamiento más adaptativas que disminuyan la experiencia emocional negativa.

Dice un proverbio africano que si quieres ir rápido es mejor ir sólo, pero que si quieres llegar lejos lo mejor es ir acompañado. Cuidar es un camino largo y requiere compañía, no solo para la persona que necesita y recibe los cuidados, sino también para la persona que cuida. Y qué mejor compañía que la de alguien que conoce, por experiencia, los problemas del cuidado. El asociacionismo es siempre difícil y no exento de problemas, pero también aporta soluciones en el ámbito social y sanitario. No se nos olvide. 



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