miércoles, 27 de marzo de 2013

Dos buenos amigos son siempre el agua y el jabón

Cuando yo era pequeño, recuerdo a mi padre canturreando una cancioncilla que vete a saber dónde aprendió y que, entre otras perlas, incluía la frase que da título a esta entrada: "dos buenos amigos son siempre el agua y el jabón". En esa canción se incluían otras estrofas relacionadas con la higiene por lo que deduzco que tal vez fuera utilizada en la escuela para inculcar hábitos higiénicos a los niños y a él se le debió de quedar grabada y salía de tanto en tanto.
 
Seguro que a Ignác Semmelweis (1818-1865) no se la cantaban de pequeño, pues es precisamente gracias a él, y a otros como él, que esa canción pudo ser compuesta. Este médico nacido en Hungría, tuvo una vida profesional azarosa primero debido a su interés en comprender las causas de la fiebre puerperal y, posteriormente, por la incomprensión de gran parte de sus colegas acerca de las medidas por él propuestas para su control.
 
Su historia acerca de cómo consiguió controlar la mortalidad materna debida a la falta de medidas higiénicas es relativamente conocida (vease, por ejemplo, "Ignaz Semmelweis and the birth of infection control", publicado en BMJ), pero tal vez lo es menos las circunstancias en las que acabó sus días.
 
Una cosa que llama la atención en la búsqueda de información sobre Semmelweis es la aparición de la palabra héroe o leyenda para referirse a él. Sin duda las reticencias, cuando no abierta oposición, de sus colegas y la falta de reconocimiento de su trabajo en vida han contribuido a esto. Pero tal vez su muerte tampoco es ajena a ello. Puede encontrarse una breve reseña en el artículo titulado "Semmelweis y su aporte científico a la medicina: un lavado de manos salva vidas". Allí se explica que, a los 42 años empezó a mostrar síntomas depresivos, irritabilidad y cambios de conducta, y cinco años más tarde,  en julio de 1865, debido a la sintomatología psicótica paranoide que aparentemente sufría, fue internado en un sanatorio, donde moriría al mes siguiente. Las causas de su fallecimiento pueden ser atribuidas según algunos a una neurosífilis, según otros a una demencia de Alzheimer precoz, y otros mencionan como causa los golpes que le infligieron en el sanatorio para tratar de controlarlo debido a su situación, pero, y aquí viene lo trágico, también se ha atribuido a una sepsis, como la que él combatió durante la mayor parte de su vida. En este caso no está clara la puerta de entrada del microorganismo: si fue una herida autoinfligida, o si fue debida a las heridas sufridas en los intentos de contención en el sanatorio.
 
Desde el punto de vista epidemiológico nos ha legado, además de la interpretación de los datos, una escrupulosa recopilación de  los mismos que ha posibilitado incluso que, hoy en día, se haya podido realizar un análisis estadístico de sus datos ("Semmelweis and the aetiology of puerperal sepsis 160 years on: an historical review") que ha permitido a sus autores concluir que Semmelweis aportó evidencia suficiente de que el exceso de mortalidad materna observado era debido a la transferencia de un agente infeccioso desde los cadáveres a las parturientas a través de las manos de los médicos y estudiantes.
 
En cualquier caso la importancia de su legado es el reconocimiento del lavado de manos en la práctica sanitaria. Y es que, como también decía la cancioncilla: "si quieres estar muy sano lávate mucho las manos".
 
Semmelweiss, en 1864
 

2 comentarios:

  1. No se si seré el 35.000, pero en cualquier caso felicidades.
    javier

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    1. Pues sí no lo has sido, se te da por adjudicado. Es todo un honor que seas tu. Muchas gracias Javier.

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