lunes, 13 de abril de 2015

Aquí ya no hay quien viva (bien)

Es casi un lugar común, al menos en media Europa, que no hay mejor lugar para vivir que en la costa mediterránea. El clima, la comida, la fiesta, la siesta,...Todo eso, y sobre todo el sol y las condiciones económicas, ha hecho que el sueño de muchos europeos del centro y norte del continente sea jubilarse en un país mediterráneo y España ha encabezado durante mucho tiempo el "ranking" de los países a elegir.

Pero hasta para eso ya llevan tiempo sonando las alarmas: "The Telegraph" anunciaba, en una serie de destinos de jubilación preferidos "The 10 best places to retire abroad", que un número importante de británicos estaba retornando desde España debido a la caída de los precios de las viviendas y a que estaba lleno de sitios a evitar como las construcciones de viviendas medio vacías en sitios costeros.

Así que el mito de que se vive bien en la costa mediterránea ya no es tal. Y nos lo confirma la reciente publicación "Atlas de la crisis. Impactos socioeconómicos y territorios vulnerables en España" de la que son autores Ricardo Méndez, Luis D. Abad y Carlos Echaves del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC. En este libro se concluye que el impacto de la crisis ha significado que el oeste del país (el eje atlántico) se está recuperando mientras que el mediterráneo y el Ebro se debilitan, dejando a Madrid en una situación intermedia. Y ello, según los autores, ha sido debido a que la crisis inmobiliaria y financiera ha afectado, sobre todo, a aquellos territorios con mayor dedicación a la construcción y servicios de consumo (la costa mediterránea y las islas) que son las áreas que muestran mayores índices de vulnerabilidad.

Mal parece haber salido la jugada de convertirnos en el balneario de Europa ¿Falta de previsión? ¿Exceso de optimismo? ¿Carencia de límites al crecimiento y al monocultivo? Si se atiende a quienes han soportado mejor los efectos de la crisis, ciudades y provincias del País Vasco y otras del litoral atlántico, y a sus características, mayor diversidad productiva y esfuerzo innovador, empiezan a atisbarse las respuestas.

Todavía no se alcanzan a ver todos los efectos que sobre la salud, además de los agudos, tendrá esta situación, pero ya tenemos un mapa en el que fijarnos para utilizar como medida de exposición ecológica cuando se trate de analizar indicadores de salud que puedan reflejar el impacto de la crisis. También se añade la utilización del concepto territorio para el estudio de la crisis, una dimensión que, a decir de los autores, ha permanecido ignorada.

¿Quien dijo que los estudios ecológicos eran cosa del pasado?

Imagen tomada del diario "El País", donde también puede consultarse un mapa interactivo

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