¿Somos los líderes mundiales en corrupción?. Parece que no si se mira el "Mapa Mundial de la Corrupción", pero las sospechas (o evidencias) de corrupción ocupan, por desgracia, en estos días toda la escena política en España. En el barómetro de diciembre de 2012 del Centro de Investigaciones Sociológicas, se muestra que la tercera preocupación de los españoles (tras el paro y los problemas de índole económica) son "los políticos en general, los partidos políticos y la política" (29,8%), situándose la corrupción y el fraude en el cuarto lugar (17,2%). Habrá que ver cómo evoluciona este dato en enero, después de lo visto en este mes....
Y este tipo de "preocupaciones políticas" tiene también, como no podía ser de otra manera, su repercusión en la salud.
Y este tipo de "preocupaciones políticas" tiene también, como no podía ser de otra manera, su repercusión en la salud.
Aparte de lo relativo a la asistencia sanitaria (privatizaciones, marea blanca contra ellas, "intercambio" de altos cargos entre pública y privada,...) asistimos a un cambio de prioridades (y de conceptos importantes) a la hora de qué hacer con el Sistema Nacional de Salud. Pero el problema que nos ocupa y nos preocupa hoy aquí es el referente a la transparencia y el respeto a los derechos.
En una anterior entrada ("Disparando sobre los datos") traíamos a colación lo que ocurre en Estados Unidos en relación a las dificultades relativas a la información sobre la violencia relacionada con las armas de fuego. Impedir que existan datos, o que se puedan utilizar en beneficio de la comunidad, creemos que puede considerarse también corrupción.
Hoy, en la conferencia que ha impartido Martin McKee sobre "Crisis Económica y Salud" en el Master de Salud Pública de las Universidades Miguel Hernández de Elche y de la de Alicante, ha expresado una idea que va también en este sentido: los datos financieros están disponibles casi instantáneamente, mientras que los datos sobre salud tardan mucho tiempo en estarlo. Es un problema de quien establece las prioridades de las que ocuparse. Una idea parecida ya se la oímos hace muchos años a Cesare Cislaghi (él la expresaba comparando a quien le interesaban más los datos sobre fallecimientos: si al dueño de una granja de pollos saber cuántos de ellos mueren y de qué, o a un político responsable de sanidad saber cuántos ciudadanos fallecen y por qué causas). Es interesante además comprobar que, precisamente, en un artículo de Cesare Cislaghi publicado en 2005 ("Epidemiologia e politica: un tema su cui continuare a riflettere") en Epidemiologia & Prevenzione, se menciona también este tema, citando que entre los caminos a recorrer para que el encuentro entre política y epidemiología sea productivo el primero es el de la difusión del conocimiento epidemiológico entre la población.
La corrupción no es sólo cosa de sobresueldos, sobres bajo mano, cajas B y demás. Luchar contra la corrupción es ante todo reconocimiento y respeto a los derechos de la ciudadanía. Además de que la democracia sea buena para la salud (véase lo ya publicado al respecto), en el ámbito epidemiológico el espíritu democrático aporta mucho: los datos sanitarios también benefician a la salud. La no existencia de datos, su no disponibilidad, o las dificultades para usarlos, expresan, por ello, una forma de corrupción.
La corrupción no es sólo cosa de sobresueldos, sobres bajo mano, cajas B y demás. Luchar contra la corrupción es ante todo reconocimiento y respeto a los derechos de la ciudadanía. Además de que la democracia sea buena para la salud (véase lo ya publicado al respecto), en el ámbito epidemiológico el espíritu democrático aporta mucho: los datos sanitarios también benefician a la salud. La no existencia de datos, su no disponibilidad, o las dificultades para usarlos, expresan, por ello, una forma de corrupción.
Tomado de "Transparency International" |
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