La historia narrada por el oficial médico de la marina
británica James Lind en su libro de 1753 titulado “A Treatise of The Scurvy
in Three Parts, Containing an Inquiry into the Nature, Causes and Cure of That
Disease, together with a Critical and Chronological View of What has been
published on the subject”, ilustra
bien a las claras un planteamiento científico, adaptado a la época, para tratar
de describir una enfermedad, averiguar sus causas y conseguir prevenirla. Puede
gozarse de esta interesante lectura en el extracto publicado en el libro “El Desafío de la Epidemiología”.
Lind utiliza un cierto entusiasmo científico,
sazonado con su experiencia marina, para narrar las causas del escorbuto y, a
continuación, describir como realizó los, por el mismo denominados, “experimentos”.
Dejémosle narrar:
“El
20 de mayo de 1747, recibí a bordo del Salisbury en alta mar a 12 enfermos con
escorbuto. Sus casos eran los más similares que se podían encontrar. Todos en
general tenían las encías podridas, manchas y lasitud, con debilidad de las
rodillas. Fueron encamados juntos en la bodega anterior, en un cuarto previsto para
los enfermos; y todos tuvieron la misma dieta, que era como sigue: por la
mañana, gachas endulzadas con azúcar; para el almuerzo, con frecuencia caldo de
cordero fresco; otras veces budines, galleta cocida con azúcar, etc.; y para la
cena, cebada, pasas de Corinto, arroz y pasas, sagú y vino, o algo parecido.
Dos enfermos recibían diariamente un cuarto de galón de sidra. Otros dos
tomaban 25 gotas del elixir de vitriolo tres veces al día con el estómago
vacío, y utilizaban para la boca un gargarismo fuertemente acidulado con este
elixir. Otros dos tomaban dos cucharadas de vinagre tres veces al día con el estómago
vacío, y sus gachas y otras comidas estaban bien aciduladas con este, así como
el gargarismo para la boca. Dos de los enfermos en peor estado, que tenían
rígidos los tendones del muslo (síntoma que no padecían los demás), fueron
sometidos a un régimen de agua de mar. De esta, bebían media pinta cada día, y
a veces más o menos, a medida que actuaba como una medicina discreta. Otros dos
recibían cada uno dos naranjas y un limón cada día. Comían estos con avidez en
horas diferentes con el estómago vacío. Continuaron este régimen solo durante seis
días, porque agotaron la cantidad disponible. Los dos enfermos restantes
tomaban la semilla de una nuez moscada tres veces al día y una mezcla
recomendada por un cirujano hospitalario, la cual se componía de ajo, semilla
de mostaza, rad. raphan. bálsamo
del Perú y resina de mirra, y su bebida normal era hordiate bien acidulada con
tamarindos, mediante una decocción de la misma, añadiéndole crémor tártaro, y
fueron purgados suavemente tres o cuatro veces durante el transcurso del
tratamiento.
La
consecuencia fue que los efectos más repentinos y visiblemente buenos se
percibieron por el consumo de naranjas y limones; uno de los que los habían
tomado estaba en condiciones para el servicio al cabo de seis días.
Efectivamente, las manchas no habían desaparecido completamente de su cuerpo,
ni tampoco estaban sanas sus encías; pero sin otra medicina que un gargarismo con
elixir de vitriolo llegó a gozar de buena salud antes de llegar a Plymouth, el
16 de junio. El otro estaba más recuperado que ninguno de los otros casos, y
como estaba considerado como relativamente recuperado, fue nombrado como
enfermero de los demás”.
Como puede verse, describe
perfectamente el apartado “material y métodos” de su experimento. Hoy en día
habría tenido dificultades para publicarlo ya que se habría aducido sesgo de
selección, falta de aleatorización, muestra escasa,…Pero en la época de Lind
esto no se consideraba en demasía. Pese a ello, tuvo escaso éxito y no
consiguió que sus conclusiones fueran aplicadas y los marineros del todo el
mundo siguieron sufriendo escorbuto y, como se cuenta en la discusión previa en
“El Desafío de la Epidemiología”, no fue hasta después de 1789, tras la publicación
de Gilbert Blane, “Observation on the Diseases of Seamen”, cuando la marina británica tomó las medidas
necesarias para luchar contra el escorbuto.
La moraleja
de la historia es que gracias a las ganas de conocer, y al interés por
investigar pueden obtenerse conclusiones acertadas (aunque el método no sea el mejor
de los posibles), pero nada de eso asegura la difusión adecuada ni que se
convenza a aquellos que deben aplicar los resultados obtenidos para mejorar la
salud.
James Lind (1716-1794) |
No deja de ser un intento de ensayo... Poco más tarde, Fran Benito Gerònimo Feyjoó, más o menos y sintetizando mucho (de memoria): Si a un enfermo no le das veneno, algunos viven. Tremendo. JUAN./
ResponderEliminarExperimento lo llamaba él. Y como tal, evidentemente es un diseño de ensayo. Así que no iba tan desencaminado.
EliminarLo de Feyjoó también parece evidente: habría leído a Paracelso ;)